jueves, 28 de febrero de 2008

Misterios del condumio


Cómo acertar, queridos amigos, quién tiene en su poder el oscuro secreto del acierto a la hora de elegir nuestros lugares de comida. Quién sabe que bola saldrá en la ruleta azarosa de las ventas, los bares, las bodegas, los restaurantes y demás espacios de yanta qué encontraremos en nuestro camino.

Te puede tocar impar y falta, y te metes de repente en el restaurante de bonitas vistas y sólo alguna familia de nacionalidad sospechosa. Y claro, los precios están a la altura del mirador y las gentes locales brillan por su ausencia, como brilla el plato cubierto sólo de pobres patatas a falta de manjares más gustosos. (Ese filete arrugado y chicloso tenían un nombre exuberante en la carta, verdad?)

O lo apuestas todo al número de la suerte y preguntas a diestro y siniestro y te señalan el lugar señalado para las visitas. Pero claro, todos saben que vienes de fuera y que es el sitio para los que vienen de fuera (y hasta a ti te hubiese gustado quedarte fuera después de haberlo probado).

O aparece el trece negro y las ventas se convierten en ventorros fantasmas, y los filetes se estremecen en forma de steaks y los guisos no se encuentran ni en cincuenta kilómetros a la redonda (Pero por qué se marchan? –Tenemos un menudo que menudo el que se lo coma!!)

O sale rojo y doblas la apuesta y…(las posibilidades son infinitas…hagan juego, por favor, coloquen también las suyas)

Pero no desesperen, siempre queda la posibilidad de entrar en “La Bodeguita” porque todo pueblo que se precie tiene la suya, y acabar compartiendo con cazadores y jubilados un plato de chicharrones y una tapa de morcillica.

O meterte en el “Burguer-pub cafeteria-bagueteria-freiduría Pirámide” (o Dyanca o Templo o Hollywood o….sean libres para colocar los suyos que el repertorio es amplio) donde se sirven cubatas a la hora del café y postres a la hora del cubata.

O siempre, queridos amigos, te queda la opción de montar tu chiringuito alternativo; tu banco de parque, tu buen verdal de reposo, tu “merendeiro” abandonado que acoja con placer el taperware de los filetes empanados, las tortillas de patatas, las latitas de caballa y la certeza de haber apostado –ahora sí- al número que siempre toca.

viernes, 22 de febrero de 2008

Tres tostadas en Venta

La primera de las paradas estelares de nuestros itinerarios sin GPS tiene un claro destino; entregarnos al desgarrador macrocosmos de las Ventas universales que inundan nuestros caminos y que nos devuelven a la tierra después de meternos un charco de café junto a una descomunal tostada untada con zurrapa de origen multianimal –este alimento tiene la enorme virtud de agarrarse a la garganta como una mochila pocha y que no te abandona durante el resto del viaje-. En la antesala de estas despensas ambulantes se abre una explanada de autobuses llenos de jubiletas de permanente y rebeca y de vehículos repletos de domingueros demandantes de supuesta autenticidad, donde nunca falta la exclamación de algún urbaneto (símil del cateto pero aplicado al ámbito urbano) que se acerca a la verja alambrada y exclama viendo al bicho de cuatro patas: ¡Anda, pero si es un cerdo...! Una vez entras por el umbral de esa especie de santuario dedicado al santo patrón San Choriciano de la Miel Gloriosa observas como la manada de fieles se aposta en plan murciélago a la espera de una rebanada de pan que los embadurne durante toda la jornada de una sutil pero contundente mantecota colorá, y en este momento vuelve de nuevo a emerger la inocencia ingenua del urbaneto: ¡Anda, pero si esto viene del cerdo...! Pues una vez dentro nos acoplamos, al mejor estilo mandril, en la balconada que nos separa de los inquilinos del tostador perpetuo esperanzados en saciar nuestra hambruna glaciar. Pero la realidad no es justa con el Concilio, y a pesar de fundar el CZC (Colectivo de Zurraperos de Carreteras) y ser guardianes de la experiencia mística rural se nos acercó una camarera con forma de gallina culeca que después de varias filtraciones incorrectas y de oír nuestras plegarias alimenticias nos preguntó por vigesimocuartaprimera vez nuestra demanda matutina, el dictamen era claro: tres cafeses y tres molletes con todos los extras. Pasados treinta minutos de nuestro primer ofrecimiento y después de cambiar el hambre por el ofuscamiento se acercó de nuevo aquella presencia blanquecina y nos plantó tres sucedáneos de color café y tres semipanes con forma de oreja de burro y untado con suplementos que no habíamos pedido. Pero más fascinante que nuestra reclamación fue la respuesta de la extraña adicta a la secta ventariana: ya, pero es lo que hay..., suspiró suavemente y se fue. No nos quedó más remedio que imitar su último movimiento y también nos fuimos, sin dejar rastro y dejando tres tostadas en Venta...

jueves, 21 de febrero de 2008

Propuestas para la rehabilitación del patrimonio (1): Castillo de las Aguzaderas


La A-376, en su tramo El Coronil-Montellano, nos ofrece una estampa singular: un coqueto e inusual castillo escondido en una vaguada circundada por bajas colinas. La placa en la entrada nos refiere algunos detalles de la edificación, uno entre tantos otros Álamos moriscos en los atribulados tiempos de la Reconquista. Nos llama la atención su estatus de Patrimonio Nacional desde 1923. Tras una placentera vuelta de reconocimiento, nos agrada la notable conservación del edificio, a la vez que, descorazonados, nos topamos con los vestigios de esa particular arqueología del submundo (colillas, papelajos, condones, jeringuillas…) Nuestra imaginación no resiste las contradicciones de tal contraste entre sublimación y abandono, y emprende el vuelo en pos de esta primera entrega de nuestras “Propuestas para la rehabilitación del patrimonio”.

· Solicitamos la cesión en propiedad, sin cargo alguno por nuestra parte, del inmueble conocido y catalogado como Castillo de las Aguzaderas, Patrimonio Nacional, del que prometemos realizar una gestión lo más cristalina posible hacia nuestros intereses, y ambigua hacia el interés público, respectivamente.

· Nos comprometemos a recuperar el esplendor y señorío que corresponde a tal construcción mediante la puesta en marcha de una serie de medidas y acciones tales como:

a. Restauración y adecentamiento del solar y edificación del castillo, con cuyo objetivo crearemos una escuela taller para adolescentes díscolos de la comarca, quienes ciertamente se prestarán a esta tarea voluntaria, a golpe de cincel y rastrillo, con el mismo entusiasmo que un pelotón de boy scouts antes de una irrigación de colon (lavativa o enema). Apartados de las calles y del motazo indiscriminado, a los participantes se les instruirá en el noble arte de “la cementada”, o técnica de construcción consistente en transformar elementos del patrimonio en tabletas de turrón de Jijona.

b. Promoción y expansión turística hacia mercados internacionales. Una primera acción consistiría en la celebración de fiestas de la espuma para jubilados alemanes. La producción de este evento no escatimará en gastos para convertir el interior del castillo en un tarro de esponjitas, en la colocación de reflectores solares orientados a cada ángulo de la fortificación para garantizar el tostado de nuestros sonrosados amigos, y en la opcional recreación, Dios y el cartón piedra mediante, de la mismísima Benidorm…O, ¡qué coño!, ¡si hay que traer Benidorm hasta la Sierra Sur, se trae!

c. Celebración de un festival musical, exaltación telúrico- porreta a medio camino entre Stonehenge, Woodstock y una feria de ganado. El certamen pretende convocar a los fieles-litrona-en-mano de la Campiña y más allá con el reclamo de premios, actividades y atracciones como las siguientes: exposición de chupas de piel serrana, concurso “Banda Morisca” del año o lanzamiento de beodo con catapulta.

d. Construcción de nuevos modelos de vivienda, en concreto de la promoción exclusivísima de Lofts-granero de propiedad privada, con excelentes vistas a la torre del homenaje y acabados en piedra de más de 500 años.

Todo esto, queridos lectores, para decirles que, en esta España del ladrillo, nosotros preferimos especular con un castillo.

miércoles, 13 de febrero de 2008

El Peñón de Algámitas


Sí queridos amigos, el Peñón de Algámitas, una suerte de destino final, un mundo por conocer, una meta exótica en mitad de la nada, un código cifrado que parece guardar en esos vocablos el abracadabra de nuestro periplo, humildes vagamundos rurales. Claro que llegar al Peñón no es fácil, hay que sortear las ventas fantasmas, las curvas imposibles, los caminos equivocados (reconfigurando, siempre reconfigurando….) y hasta alguna que otra conversación deprimente. Pero nada es imposible si quieres alcanzar el Peñón de Algámitas; sortear las ganaderías, atravesar los mercados e incluso aterrizar en el tiempo pretérito de un lugar atrapado entre cerros, eslabones perdidos e incluso pirámides, son obstáculos mínimos, piedrecitas que el camino nos coloca para que no olvidemos la ruta.

martes, 12 de febrero de 2008

Ventorro fantasma


En la encrucijada real e imaginaria entre las provincias de Sevilla, Cádiz y Málaga; a la hora crítica en que el estómago se aclara la garganta, nos encontramos con una venta en el margen del camino. Como contamos con la única referencia de un GPS para el que, pasadas las horas, aún no hemos abandonado el lugar de partida, torcemos y estacionamos en una entrada sospechosamente vacía. Todo sea por el bien de un festín especular. Sedientos de guiso, predispuestos al cuchareo, atravesamos el umbral y nos damos de bruces con una barra desierta en la que se acodan dos o tres lugareños frente a la camarera, una Nefertiti del solárium, con la tonalidad epidérmica de un Cola-Cao después de un susto. Nos invitan a penetrar en la inmensa pecera que hace las veces de comedor del establecimiento. Rodeados por la única compañía de un centenar de comensales incorpóreos, sentimos el mismo impulso de volatilizarnos tras consultar la carta, pulcramente impresa en edición bilingüe, español - inglés. Demasiado tarde, las bebidas ya vienen de camino. Nos cruzamos las miradas, las perdemos al otro lado de ese ventanal idílico junto al que aspirábamos a tener una agradable ingesta de garbanzos. La legión de comensales ausentes nos señala con dedos acusadores con los que parecen burlarse de nuestra torpeza infinita. Para cuando nuestra Nefertiti nos ronda de nuevo para tomar nota, ya hemos decidido cuál será nuestro único gesto para con esta posada: terminarnos las aceitunas. La camarera se retira incapaz de entender nuestro desencanto ante el precio de la carne de vacuno. Algún que otro cuchicheo al otro lado de la pecera, y del infierno de los fogones de esta fonda fantasma surge la cocinera, amable señora, con todo su empeño puesto en vendernos las virtudes de un plato de menudo antes de un partido de fútbol. Pagamos en la barra y dejamos atrás las sillas y mesas inéditas del comedor; también nosotros nos retiramos igual que ánimas perdidas en los montes. Nos excusamos como podemos, no sin cierta empatía por esa señora que enfila el camino de vuelta a las ollas y las cacerolas, sin quizá haberse planteado- como la Nefertiti del solárium o los tres holgazanes que se la intentan trajinar- la respuesta a una simple pregunta: ¿para qué cartas en inglés en una venta fantasma?...

Manolo "el relativo"


Olvera es la cuna natal de Manolo, el relativo. Desde pequeño desarrolló esa gran virtud por la que hoy es conocido en medio mundo -él dice que en el otro medio también...-. Cuando contaba con siete años le relagaron por su cumpleaños el Fuerte Indio de Playmobil y el muy patán convenció a todo su colegio de que tenía en casa un ejercito de amarrones en pelotas para atacar la base americana de Morón; el niño apuntaba maneras y la madre se lo creyó. Después de realizarle diferentes pruebas paleontológicas y evaluarle el nivel de urticaria descubrieron la enorme virtud del susodicho: el niño relativiza como nadie. Años después, y como no podía ser de otra manera, la increible criatura terminó siendo el portavoz de las maravillas ocultas e invisibles de la capital del turrón del duro, lo nombraron interlocutor de los curiosos que se acercaban a Olvera. Pues bien, despues de visitar durante algo más de una hora las nueve zonas monumentales, los enclaves más importantes de Europa, una docena de museos únicos en su especie, el Cristo del Corcobadillo, los más de 1000 restaurantes de la urbe y un mercadillo único en el planeta por estar cuesta abajo, nos dispusimos a abandonar el municipio con el convencimiento de no encontrar otro que estuviese bajo los efectos de la teoría de la relatividad...