viernes, 22 de febrero de 2008

Tres tostadas en Venta

La primera de las paradas estelares de nuestros itinerarios sin GPS tiene un claro destino; entregarnos al desgarrador macrocosmos de las Ventas universales que inundan nuestros caminos y que nos devuelven a la tierra después de meternos un charco de café junto a una descomunal tostada untada con zurrapa de origen multianimal –este alimento tiene la enorme virtud de agarrarse a la garganta como una mochila pocha y que no te abandona durante el resto del viaje-. En la antesala de estas despensas ambulantes se abre una explanada de autobuses llenos de jubiletas de permanente y rebeca y de vehículos repletos de domingueros demandantes de supuesta autenticidad, donde nunca falta la exclamación de algún urbaneto (símil del cateto pero aplicado al ámbito urbano) que se acerca a la verja alambrada y exclama viendo al bicho de cuatro patas: ¡Anda, pero si es un cerdo...! Una vez entras por el umbral de esa especie de santuario dedicado al santo patrón San Choriciano de la Miel Gloriosa observas como la manada de fieles se aposta en plan murciélago a la espera de una rebanada de pan que los embadurne durante toda la jornada de una sutil pero contundente mantecota colorá, y en este momento vuelve de nuevo a emerger la inocencia ingenua del urbaneto: ¡Anda, pero si esto viene del cerdo...! Pues una vez dentro nos acoplamos, al mejor estilo mandril, en la balconada que nos separa de los inquilinos del tostador perpetuo esperanzados en saciar nuestra hambruna glaciar. Pero la realidad no es justa con el Concilio, y a pesar de fundar el CZC (Colectivo de Zurraperos de Carreteras) y ser guardianes de la experiencia mística rural se nos acercó una camarera con forma de gallina culeca que después de varias filtraciones incorrectas y de oír nuestras plegarias alimenticias nos preguntó por vigesimocuartaprimera vez nuestra demanda matutina, el dictamen era claro: tres cafeses y tres molletes con todos los extras. Pasados treinta minutos de nuestro primer ofrecimiento y después de cambiar el hambre por el ofuscamiento se acercó de nuevo aquella presencia blanquecina y nos plantó tres sucedáneos de color café y tres semipanes con forma de oreja de burro y untado con suplementos que no habíamos pedido. Pero más fascinante que nuestra reclamación fue la respuesta de la extraña adicta a la secta ventariana: ya, pero es lo que hay..., suspiró suavemente y se fue. No nos quedó más remedio que imitar su último movimiento y también nos fuimos, sin dejar rastro y dejando tres tostadas en Venta...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"Como la oreja de un burro"... símil empleado por un personaje del aula XVI de la Facultad de Historia de la US para referirse a la parte más fina y delicada de una compañera de clase.

Saludos desde Barcelona.

Anónimo dijo...

No puedo parar de reir!!!!!

¡Sois magníficos chicos!Seguid así..

Un saludo desde El Otro Lado de la Luna.

Anónimo dijo...

En la próxima salida os veo con el termo de cafe y los tapergüeres... Hay mucho camarero muertoviviente por la España profunda.

Anónimo dijo...

Hacia tiempo que no me reía con tantas ganas...y es que te veo en situación y me mondo.. con esa cara de no romper un plato y esa "grabadora" oculta de todos tus sentidos registrando la situación.. Ya te digo: es malo ser inteligente y agudo: le vas a sacar punta a todo ¡pero con tanta gracia! Me encanta**