martes, 8 de abril de 2008

Mujeres al borde de un ataque de Nerva


Programados como una locomotora en celo a la hora del café, urdidos por la vorágine de la visita programada, urgentes como la foto instantánea de una estrella fugaz y hambrientos en medio de un desierto lunar; así se encuentra el Concilio, perdidos por el laberinto de una población del tardominerismo y en busca de un par de latas de medio gas que alivien la ingesta de levadura cálcica de finas lonchas de bocadillos a un euro que nos espera.

La visita a la cuenca minera ha comenzado con un susto matutino valorado en 17 euros: un museo mineiro, una antigua mina -un pasillo con olor a humedad, el casco que nos pusimos si era auténtico- y un trenecico a la hora que marca las 16 horas. Son las 15:15 de un sábado en el que las tiendas donde hay de todo han cerrado hasta la sobremesa, pero en nuestro afán de no morir a causa de una ataque de pan carente de jugo gástrico nos revelamos hasta el punto de preguntar a todo posible transeúnte –aún a riesgo de encontrarnos a discípulos de la religión militante a esas horas: Los evangelistas de la moto sin tubo de escape y del coche tuneado- de una tienda donde suministrarnos de bebidas y de un postrecico a la altura de nuestra visita.

Una vez perdida nuestra esperanza, y confiados en la ausencia de cloro de la fuente de un colegio próximo (previo salto de una verja testicular), se nos apareció un oasis en medio de ese paisaje lunar, el dorado que nos faltaba para cumplir nuestro deseo prevaporciano: una tienda de toda la vida, una especie de “todo a cien”, donde lo mismo te venden un cuarto de queso de leche de loba, que una docena de mirindas de naranja, que un ungüento de serpiente transiberiana o una lupa atómica antinuclear, impresionante! Impactados por la rareza de la situación y, después de una entrada marshaliana, nos dispersamos ante la marea humana que circundaba a la lozana dependienta. En aquellas horas intespectivas, los únicos seres vivos que pululaban por aquella localidad eran los nómadas del excursionismo que como nosotros hacían tiempo y algo más, pendientes del silbato timpánico del tren lunar.

La tertulia, que a esa hora se daba, parecía más bien una reunión del CSM (Consejo para el Destripe Semanal) para la evaluación de las infidelidades y los cuchicherios que a esas horas del final de semana ya se habían ejecutado sin previo aviso. Pero no era hora de entrar a debatir los asuntos internos de la población de Nerva, y empezamos a entonar un mea culpa para que el notario de la cortadora de chope nos colara entre la estirpe del corazón subterráneo. Eran las 15:45, y la señora que tenía el cetro parlamentario parecía adivinar la llegada del Apocalipsis, y amenazaba con dejar sin suministros la sección de charcuterías varias para alimentar a sus diecisiete hijastros y a sus veinticinco perros (legítimos, estos si). Después de que las señoras percibieran nuestro descontento e inquietud, se nos acercó la señora que nos precedía en la sobremesa tertuliana y nos entregó una cédula papal en la que nos legitimaban a ocupar el siguiente puesto en el orden del día, y de camino seguir con un rato más de tertulia social, aleluya, aleluya!!!!!!!!!!!!

Horas después de hacer la digestión, y en mi casa degustando aquella experiencia, me sigo preguntado: ¿Por qué no incorporar aquel paraíso humano en la visita programada y quitar la visita a la mina de cartón piedra (ocho euros de P.V.P)?...

3 comentarios:

Jose Jones dijo...

si es que se juntan tres mujeres, y apartan a una para destriparla...

Liebre dijo...

La verdad que si amigo, pero se comportaron y pudimos llegar a tiempo al "tren de la escoba sulfúrica"......

Krasna dijo...

Miedo da imaginar a la bruja que maneja tal escoba...